martes, 26 de julio de 2011

Ascensión nocturna al Almanzor

 ¿Qué se puede decir de una ascensión nocturna?

Pues lo primero es que no hay que tomárselo a broma y que puede llegar a ser peligroso si la climatología cambia o si sucede cualquier imprevisto. Hay que ser muy precavido y estudiar la ruta, si es que no se conoce, con antelación. También se deben buscar noches despejadas y con la luna en fases cercanas a la luna llena para aprovechar al máximo su luz.

Lo segundo que hay que decir es que si todo sale bien puede llegar a ser muy agradecido. Si alguna vez has visto un amanecer desde la montaña más alta de los alrededores sabrás que se sienten de una forma especial. El amanecer del domingo 17 de Julio de 2011, desde el vivac que hay junto a la cima del Almanzor, fue, como demuestran las fotos que hay más abajo, bastante especial.

Cae la noche de camino a la plataforma de Gredos. Hay poco tráfico y llegamos tranquilamente, sin ninguna prisa, a eso de las 11 y media de la noche. Justo pasada la media noche ya teníamos las mochilas listas, cerramos el coche y comenzamos a andar. LA luna aún no iluminaba la plataforma ni el camino de subida pero su luz sí que iluminaba las cimas que quedaban al alcance de nuestra vista.



No hay mucho que decir del camino hasta el refugio Elola. Nos llevamos algún susto con alguna cabra a la que despertamos y asustamos nosotros al pasar prácticamente a su lado en el alto de los barrerones. En la bajada a la laguna grande nos sorprendió también la cantidad de ranas o sapos y salamandras que había junto al camino, anfibios nocturnos prácticamente invisibles de día a los que tuvimos que ir esquivando a menudo buena parte del camino.



Llegamos al refugio a eso de las dos y media de la madrugada e hicimos un descanso. Había unos chavales en la laguna, junto al refugio, de juerga. Quizá si hubiera habido más silencio, como la noche estaba tan bonita, nos hubiéramos quedado allí mismo tumbados viendo las estrellas pero las risas y el ruido de esas voces nos empujaron a seguir subiendo.



No es tan fácil, por mucho que ilumine la luna, seguir un camino de montaña, aun estando tan marcado como lo está la subida normal al Almanzor. Además, a ratos la niebla venía, lo oscurecía todo momentáneamente y tal y como había llegado se iba y volvíamos a ver.

Seguimos poco a poco, de hito en hito, hasta que a eso de las 5 y media de la mañana afrontamos la última subida de la portilla del crampón y más o menos a las 6 estábamos a los pies del corredor oscuro que sube entre las dos cimas.

En ese punto, como aún estaba un poco oscuro y la línea de trepada no estaba muy clara, nos atamos y subimos en ensamble. Sin ningún problema asomamos, por fin, a la cima, y nos sorprendimos, metidos en los sacos desde el vivac que hay en la segunda cima, con un precioso amanecer sobre un mar de nubes que cubría todo el circo y la sierra de Gredos.

















Poco después llegaron a la cima los más madrugadores mientras nosotros seguíamos perreando al sol de la mañana. El mar de nubes fue abriendo y nosotros nos fuimos desperezando y a eso de las 11 de la mañana recogimos nuestros bártulos, nos hicimos un par de fotos en la cima y nos bajamos.






La bajada fue dura, hacía mucho calor y nos dolían las plantas de los pies. La subida desde la laguna hasta el alto de los barrerones fue, como siempre, el peor tramo. Desde ahí, un último vistazo al circo, un traguito en la fuente de los cavadores y de vuelta al coche hasta la plataforma de Gredos.



¡Gran excursión la nocturna al Almanzor!

jueves, 14 de julio de 2011

Arista Sur del Aneto (PD+)

Este es el relato de otra ascensión relámpago de TMWMT (The Mountain Weekends Mad Team).

Una vez más salimos huyendo a todo trapo de Madrid en cuanto pudimos escaparnos del trabajo rumbo a Huesca, más concretamente hacía Benasque, al camping de Senarta. Nuestro objetivo: ascender el Aneto (3.404m) por su arista sur (PD+).



Llegamos a Benasque a la hora de cenar y nos comimos un buen plato de pasta en una pizzería junto a la carretera principal. Poco después subimos con el coche hasta la barrera que cortaba el paso a la pista forestal, aparcamos por allí donde pudimos y nos echamos a dormir.

Nos levantamos bien temprano, desayunamos, nos pusimos las botas y un macuto extremadamente pesado ya que llevábamos comida, crampones y piolet para el hielo y cuerdas y material de escalada para la arista, y echamos a andar. Eran las 6 de la mañana.


Cometimos el error de no coger el autobús y andamos durante unas cuantas horas por el valle de Vallibierna. El día estaba totalmente despejado y hacía calor y miramos con envidia como varios autobuses llenos de montañeros nos adelantaban mientras nosotros manteníamos un monótono "ritmo Everest" para poder aguantar la larga caminata que sabíamos que nos esperaba.







Pasamos junto al refugio de Coronas sin detenernos y seguimos por el GR 11 hacia el final del valle. A medio día más o menos llegamos al Ibón de Llosas (a unos 2500m) y nos dimos un pequeño descanso.
A eso de las tres de la tarde llegamos al comienzo de la Arista sur. El cansancio era evidente pero las ganas de alcanzar la cima eran más fuertes. Nos pusimos el arnés y dejamos las cuerda muy a mano en cada macuto por si nos hacía falta y nos pusimos a trepar.

El camino por la cresta era más o menos evidente pues hay hitos cada poco tiempo. La ascensión no entraña demasiada dificultad aunque sí que hay algún paso bastante expuesto en el que un resbalón puede resultar fatal. Nosotros solo tiramos de la cuerda en uno de esos pasos en vez de ir en ensamble o avanzando a largos. Puede que fuéramos algo imprudentes y la culpa es Juan que no quiso atarse aunque Ricardo se lo pidió varias veces...






Por fín coronamos la arista y desde ese pico vimos la cima del Aneto, vacía, serían casi las 6 de la tarde y no quedaba nadie allí. Descendimos un poco y acometimos la última trepada, fácil en comparación con los alrededor de trescientos metros que acabábamos de ascender, y por fín, después de unas nueve horas andando y casi tres escalando en libre por una arista de 300 metros, el sábado nueve de Julio de 2011 Ricardo y Juan (TMWMT) pisaron por primera vez la cima de los Pirineos. A 3.404 metros sobre el nivel del mar, junto a la gran cruz y a la Virgen del Pilar, allí estábamos, en la cima del Aneto.



En la famosa Cruz del Aneto podemos leer:

"Protege Domine Per Signum Plerem Tuam Sanctae Crucis"

En ella, además de esa inscripción, hay pegatinas, hay pintadas, y hay banderas y banderolas que representan a mucha gente que antes que nosotros llegaron hasta aquí. Nos preguntamos ¿Quién trajo hasta aquí esta cruz? También nos hicimos la foto de rigor.





Hacía viento y frío, eran las 6 de la tarde y se acercaba una tormenta, rápidamente nos metimos en el paso de Mahoma para bajar de la cima hacia el collado de coronas con la intención de hacer un vivac en algún lugar en la zona de los Ibones de Coronas.




Por fin, de camino al collado de coronas, pisamos el glaciar y nos tuvimos que poner los crampones y hacer uso del piolet. El descenso fue divertido pero la nieve estaba "rara", no era agradable andar por allí y el ritmo era, aún en bajada, bastante lento.


Antes de llegar al ibón superior encontramos "un sitio perfecto" junto a un hito para hacer un vivac... Un hueco con arena de río, entre grandes peñascos que ya había sido utilizado anteriormente como vivac pues había muros de piedra levantados entre las piedras para cortar el viento.



Nos acomodamos y cuando nos disponíamos a cenar nos vimos sorprendidos por un pequeño riachuelo que quería entrar en nuestro vivac. Salimos corriendo de los sacos y nos pusimos a cavar una zanja para desviar el riachuelo y justo cuando acabamos apareció una tormenta en el valle así que preparamos un hueco debajo de uno de los peñascos que formaban nuestro vivac. Minutos después de terminar de proteger con cuatro piedras y un chubasquero ese hueco empezó a granizar y a llover, todo a la vez, y nos vimos en mitad de la tormenta.




¡Que agobio! Aguantamos unas cuantas horas apretados en aquel agujero infernal en el que el agua entraba por todas partes y formaba charcos bajo nuestros pies hasta que dejó de llover momento en el que volvimos a salir a rastras de ese agujero.

¡Menuda nochecita!

Por la mañana nos costó desperezarnos y del camino de vuelta solo se puede decir que fué muy bonito pero también muy largo, cansado y doloroso. Después de varias horas caminando, de ver los ibones y la cabaña de Coronas, de descender hasta la pista volvimos a prescindir del autobús y andamos esos 9 km de pista hasta llegar por fin al coche. Nos comimos una gran hamburguesa y para culminar un gran fin de semana nos tragamos, humildemente, un gran viaje de vuelta hasta Madrid sabiendo que en dos fines de semana volveremos a Pirineos.