martes, 5 de junio de 2012

Cimas de España

Hoy os presentamos una nueva aplicación para Android, Cimas de España:
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Si ya la has probado, por favor, danos tu opinión.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Gredos: Ameal de Pablo, La Galana y Almanzor


Pensé que era una exageración hablar de -30ºC. No se dice pronto treinta bajo cero, la verdad, pero hoy lunes, con más calor en toda la península que ayer y más aún que antes de ayer la previsión es de -15ºC con una sensación térmica de -23ºC así que pensar que estuvimos a unos treinta bajo cero no es descabellado.

Descabellado o no hacía mucho frío, no sé si la vez que más en mi vida o en la vida de Sergio, mi compañero de aventuras en ésta ocasión pero aun así disfrutamos como enanos.

Esto lo comentaba con un amigo el lunes, después de un fin de semana duro y frío. Ésta es la historia.

Es viernes, las tres de la tarde. Por fin se acaba una semana que, aún siendo igual de larga que todas las semanas del año, se ha hecho especialmente dura pues a las obligaciones propias del trabajo se le han sumado dos sensaciones contradictorias; por un lado la emoción de afrontar un gran paseo invernal muy técnico por Gredos, lugar que admiro y que me hace sentir vivo, y por otro lado el miedo al frío extremo que anuncian en todos los medios y que, a lo largo de esta semana, ha sido alimentado por los comentarios de amigos y familiares tachándome de inconsciente y pidiéndome prudencia.

Conduzco seguro de lo que quiero, ir a Gredos a superarme a mi mismo una vez más en un fin de semana en el que la montaña, probablemente, nos mostrará su faceta mas extrema. Voy a recoger a quien en ésta ocasión va a ser mi compañero: Sergio. A Sergio le conozco poco y eso, lógicamente, también me asusta pero, tanto por su profesión como por las cosas que ha contado las veces que hemos andado o escalado juntos, mi instinto me dice que va a ser un gran compañero pues parece sensato y perfectamente capaz y creo que no me defraudará. Llego hasta donde él está esperándome, preparamos los macutos y salimos rumbo a la plataforma de Gredos.

De camino decidimos cuál va a ser nuestro plan. Llevamos una tienda de expedición que nos ha dejado nuestro club de montaña (Club de Montaña Nemus, de Torrejón de Ardoz, Madrid) y pensamos en montarla un poco mas arriba del refugio Elola. Pensamos un poco por encima los horarios. Calculamos que vamos a tardar unas dos horas hasta el refugio y decidimos andar unos veinte minutos más hasta encontrar un buen lugar para montar nuestro campamento base.
Al llegar a la plataforma hace mucho frío, cinco bajo cero, y hace algo de viento así que nos ponemos casi toda la ropa que llevamos y echamos a andar. Son las ocho menos cuarto. Al llegar al prado de las pozas los dos nos quitamos el abrigo pues ya hemos entrado en calor. El terreno es complicado porque aunque no hay casi nieve lo que si que hay es hielo entre las rocas y durante el camino Sergio tiene dos resbalones y por tanto me debe dos cervezas. Es una regla que impongo siempre a los que vienen conmigo: "Si el culo toca el suelo pagas ronda de cerveza".
Antes de las nueve estamos en la fuente de los cavadores. Hace tanto frío que no cae ni gota de agua, y a eso de las nueve llegamos al Alto de los Barrerones. Sinceramente, creo que llevamos un rito cojonudo. La bajada la hacemos al trotecillo. De salto en salto, de roca en roca, iluminados por nuestros frontales, vamos esquivando placas de hielo mientras descendemos rápidamente hacia la laguna.
Al llegar a la laguna y empezar a andar por encima decidimos apagar el frontal un rato. Una de las cosas que más me gusta es poder andar sobre la Laguna Grande de Gredos pero la sensación de pequeñez al hacerlo de noche, sin luna, con el frontal apagado e iluminado tan solo por el brillo de la Vía Láctea es sobrecogedora. Ese recuerdo me acompaña desde entonces y me calma en momentos de estrés.
Llegamos al refugio, eran las nueve y media o diez menos cuarto y uno de los guardias nos dice que si nos damos prisa nos da tiempo a cenar porque se pensaba que llegábamos tarde. Resulta que este fin de semana, viernes, sábado y domingo, hay unas "jornadas alpinísticas", por llamarlo de alguna manera. Un grupo de guías de montaña, Todo vertical, los del logotipo "V+" con un escalador colgado, han organizado talleres y han juntado a marcas como Boreal (para probar un nuevo modelo de botas) y a gente de renombre dentro del mundo de la montaña... (Sinceramente no  sé quien había por allí).

Nosotros no cenamos nada en el refugio, queremos preparar nuestro campamento en un sitio tranquilo y, ya allí, hacernos nuestra cena. Lo que si que nos tomamos es una merecida cerveza que a mi me sale gratis, jejeje. Sergio, aún me debe otras dos porque bajando vuelve a "picar culo". jaja.

Antes de quedarnos helados y con el gaznate bien fresquito nos volvemos a poner en marcha. Nos ponemos los crampones porque ahora ya si van haciendo falta y totalmente a ojo empezamos a andar sobre una huella que lleva más o menos nuestra dirección. Después de diez minutos nos salimos de la huella y tomamos dirección al Ameal de Pablo ganando altura y cinco o diez minutos después llegamos a un alto en el que hay una zona llana perfecta para montar nuestra tienda.

Delimitamos nuestro espacio y empezamos a cavar. Tan solo podemos cavar unos 10 o 15 centímetros porque debajo hay hielo y esta duro como una piedra. Montamos la tienda tan rápido como podemos porque es la primera vez que montamos esta tienda y no es del todo evidente la manera de montarla (deberíamos hacer un croquis del montaje para facilitárselo al siguiente que la use). Nos hacemos una peazo de cena y nos metemos en el saco. Hace mucho frío pero entre la tienda, la esterilla, la funda de vivac y la ropa de abrigo a modo de aislante dormimos calentitos.
Suena el despertador. Son las siete de la mañana. Hemos dormido bien pero hace frío fuera del saco. ¡Mucho frío! Las paredes interiores de la tienda tienen escarcha, una capa gorda, y la botella de agua que tenemos es una especie de granizado, un manojo espeso de cristales de hielo que cortan al beber.
¡Hace un frío de la ostia!

La nieve estaba perfecta para andar con los crampones aunque se nota que este año escasea porque al acercarnos al comienzo de la canal del Ameal de pablo vemos que la canal de los geógrafos, que nos queda a nuestra izquierda, está en bastante mal estado y no está cubierta del todo. Al llegar justo debajo de la canal estiramos la cuerda y nos atamos. Yo no tengo muy claro cómo lo vamos a hacer así que acuerdo con Sergio que vamos en ensamble, yo iría primero asegurando donde vea y él iría subiendo al mismo ritmo recogiendo lo que se encuentre. Empiezo a ascender y escalo el bloque que da entrada a la canal y cuando llego al comienzo, sin haber puesto ni un seguro porque subo sin complicación, clavo dos piolets e improviso una reunión para asegurar a Sergio que sube sin necesitar ayuda.
Desde ahí subimos atados pero casi sin asegurarnos ya que ambos estábamos ascendiendo muy cómodamente, todo lo más, yo que iba delante, pasaba alrededor de alguna roca que asomara para que se trabara ahí la cuerda si alguno de los dos tenía un resbalón. A un ritmo bueno y casi sin pausa llegamos hasta el final de la canal. Desde ahí vemos La Galana, blanca del hielo formado por el viento y brillando bajo el sol. Decidimos que no nos hace falta la cuerda, que más que una ayuda es un incordio y me la enrollo en bandolera para tenerla a mano por si acaso. Nos tomamos un pequeño descanso y hacemos alguna foto. Son las diez y veinte de la mañana.
Ahora nos toca bajar una zona en sombra, por lo que se podría decir que es la canal norte del Ameal de pablo, pero en vez de haber hielo duro el viento ha formado un manto de escarcha quebradiza bastante profundo en el que nos clavamos perfectamente y bajamos echando unas risas y dando saltitos como Heidi. Lo que nos hubiera costado quince o veinte minutos en subir lo bajamos en dos o tres y en un periquete nos ponemos debajo de la canal central de la Galana (la que cae desde la muesca en diagonal hacia la izquierda) pero vemos que hay muy poca nieve y que las condiciones la convierten en vez de en una canal en un corredor estrecho de hielo y roca. Sabemos que queremos andar mucho y siendo la hora que es decidimos no arriesgar y subimos por una canal recta, ancha y empinada, coronada por una arista de nieve que llega al Venteadero.
Sergio toma la delantera y asciende pegado a las rocas de la derecha para protegerse de un posible alud de la cornisa de arriba. Las condiciones de la nieve que voy pisando me preocupan pues estamos en una pendiente de entre 45º y 60º y la nieve en realidad son trozos pequeños de hielo que resbalan unos encima de otros. Los dos vamos atentos al sonido de trocitos de hielo que caen a nuestro alrededor por todas partes y como si de una duna de trocitos de hielo se tratara vamos, durante un rato notando como nuestros pies se hunden a cada paso hasta que, a unos diez metros de la cornisa la nieve vuelve a ser compacta. En ese punto, con el final del corredor cerca, notamos que no solo ha cambiado el estado de la nieve sino que también ha empezado a soplar viento, por algo le llaman el Venteadero, y ha bajado bruscamente la temperatura. En los metros que tardamos en llegar arriba noto como las orejas la nariz y las manos me empiezan a doler de frío. Ninguno de los dos dice nada pero al llegar arriba nos quitamos la mochila y nos ponemos toda la ropa de abrigo que llevamos. Yo me pongo el abrigo, con la braga me tapo las orejas y encima me ajusto bien el gorro de lana doble, encima el casco y encima la capucha del chaquetón. En las manos me pongo los guantes de nieve encima de los finitos que había llevado hasta ahora. Con todo puesto el viento arranca el poco calor que tenemos dentro por segundos.

Saco valor de la belleza que me rodea, me descubro una mano y grabo un vídeo donde aparece la canal por la que hemos bajado del Ameal y el corredor que hemos subido hasta el Venteadero. En los pocos segundos que ha durado el vídeo la mano se me ha puesto roja y siento auténtico dolor al guardar la cámara y volver a ponerme los guantes.
¡Vámonos de este infierno! Dije y empezamos a rodear la Galana hasta que de nuevo vemos la cima. Y antes de la cima: "La Muesca".

Noto que al ver la cima y la muesca Sergio se pregunta cómo vamos a llegar hasta allí. Hay muchísimo patio, grandes precipicios a nuestro alrededor y está todo helado. Yo me acerco al único camino que conozco para llegar. Sergio me sigue pero noto, o creo que, que piensa que se nos está yendo la olla, pero no le doy tiempo a pensar y me lanzo a una trapada descendente entre bloques de roca cubiertos de escarcha que me obliga a maniobrar a cada paso y bajo, con el corazón a tope por la tensión pero sin mayor problema, hasta la muesca. Durante la bajada un helicóptero de la Guardia Civil rodea La Galana Sergio me ha seguido de cerca y se retuerce para salir airoso del paso y llegar donde yo. Ya tuve que ayudar a dos chicos a salir de este mismo sitio hace un año porque a ellos les dio miedo hacer ese paso en libre.

Estando en la muesca no hace tanto frío como antes. Los dos comentamos la destrepada que acabamos de hacer. ¡Qué guapo! ¡Qué susto! ¡Qué frío hacía en el Venteadero arrrrr! Pero le advierto a Sergio que ahora queda lo que supongo que va a ser la trepada más complicada del día. Ya tiene miga en verano, ahora que todo tiene una costra de hielo promete.
Dejamos la mochila en la muesca, la cuerda la sigo llevando al pecho (dentro del abrigo) y el piolet me lo cuelgo del arnés porque  sé que necesitaré las manos. Comienzo a ascender y me alivia que los crampones agarren bien sobre la costra de hielo y escarcha que lo cubre todo, sé que eso nos va a facilitar las cosas. Tras sortear unos bloques me encuentro con el primer problema, un resalte de unos cuatro metros que se encajona en una fisura. Lo ataco por la derecha, lo menos evidente pero al final resultó ser lo más fácil. Me encuentro con que hay que superar un bloque en mitad de la fisura.
Recuerdo que en verano aquí lo pasamos mal pero veo que de ese bloque cuelga un cordino y pienso: "ésta es la mía". Sin dudarlo me agarro al cordino, me cuelgo y lo utilizo para, con la otra mano rodear el bloque, retorcerme y subirme encima. No sé muy bien cómo lo he hecho pero estoy encima. Sergio me sigue, decido hacerle hueco y prepararme para ayudarle pero no necesita mi ayuda. Él también se retuerce en ese paso y acaba sentándose donde yo estoy. Hay que seguir subiendo, hay otro paso parecido y también hay un cordino que nos facilita mucho las cosas. Dos bloque más y estamos en la cima. ¡Toma ya!

Considero la Galana uno de los picos más comprometidos del sistema central. Al menos, de lo que yo conozco es de los más peligrosos en muchos aspectos pero sobre todo porque está lejos, no está tan concurrido como el Almanzor y además su cima es muy expuesta y tiene varios pasos exigentes.
Es la segunda vez que subo hasta la muesca en invierno. LA primera vez fue aquella en la que me encontré con aquellos chicos. Aquel día, de camino a la cima tiré un hito que cayó precipicio abajo con gran estruendo y no me atreví a seguir. hoy sin embargo todo ha ido bien, he subido con seguridad y estoy en la cima. Tengo frío pero las vistas y la adrenalina han merecido la pena.

Son las once y pico de la mañana. Nos hacemos varias fotos, nos felicitamos y decidimos no retrasar el descenso porque aunque vamos genial de tiempo aún nos queda mucho por andar.

El descenso nos baja los humos y nos vuelve a subir la adrenalina. Doy públicamente las gracias a quien dejara esos cordinos, no sé si lo hubiéramos conseguido sin ellos.
En la muesca recogemos la mochila y ascendemos, escalando de nuevo por donde habíamos bajado antes hasta el otro lado. Este tramo de trepada siempre es jodido y las posibilidades de dar un mal paso son altas pero los dos, con paciencia, salimos de ahí y bajamos hacia el Venteadero.  En el Venteadero nos hacemos algunas fotos junto a la cornisa y nos preparamos para un largo pateo por la zona más alta de Gredos, desde La Galana hasta el Almanzor.
Andando por la cresta vemos abajo varios grupos de cinco o seis personas andando por la canal de los geógrafos junto al Ameal. Durante un rato llaneamos pero llegó un momento en el que nos tocó volver a ascender. No llegamos hasta la cima del primer pico que nos pillaba de camino al Almanzor porque nos quedamos en una ladera nevada próxima a la cima por la que se andaba bastante bien. Seguimos unas huellas antiguas, quizá de hacía un par de días, y durante un largo rato seguimos en dirección al Almanzor.
En un momento dado nos encontramos con una pirámide de roca y la tomo por el Almanzor. No lo recordaba exactamente así, no es el Almanzor pero en ese momento yo no soy consciente de que tan sólo es una punta de la cresta que tapa el pico que queda bastante más atrás. Vemos en esa punta un diedro encajonado con una delgada línea blanca y como me creo que se trata del Almanzor decido que eso tiene que ser la portilla de los cobardes, lugar por el que evidentemente no había pasado nunca. Al ponernos debajo de dicho diedro la inclinación es de 75º-85º y se antoja muy complicado. Sin darle demasiadas vueltas al asunto me vuelvo a colgar el piolo del arnés y empiezo a abrirme paso hacía arriba.
Un diedro empinado, en mixto, en libre, solitario. Peligroso. Clavo los guantes en la costra de nieve y voy buscando rocas a las que agarrarme debajo. El diedro me permite ir clavando los crampones en las paredes laterales. Cojo un bloque en una repisa, me impulso enérgicamente y hago un pie-mano. Mantengo el equilibrio. Respiro tranquilo estoy a medio camino pero veo que aún me quedan unos cuantos pasos complicados. Otro salto, otra repisa, otro pie-mano. No es el sitio para hacer virguerías pero me siento seguro pues ya veo el final de la canal y el tramo que nos queda es muy sencillo. Al asomarme al final de la canal me doy cuenta de mi error; el Almanzor aún está lejos, quedan varias puntas por subir.
En ese hueco nos tomamos un pequeño descanso. El paso hacia el otro lado nos pone a los dos los cojones en la garganta. Estamos los dos en una rampa de hielo duro que parece que no tiene final. Bajamos con pies de plomo clavando el piolet todo lo que podemos a cada paso. Una vez más estamos obligados a no cometer ni un solo error. Descendemos por ese pasillo y nos ponemos sobre una repisa sobre la que podemos ver ese lateral de la cresta. Durante un rato largo, puede que una media hora, hacemos pasos parecidos varias veces y, ascendiendo poco a poco, llegamos a la cima de la cresta.
Andamos por la cresta, a veces a gatas, hasta un pico, uno cercano al Almanzor pero no el último. Al llegar a una de las puntas vemos una pala que cae hacia el lado del circo y bajamos por ahí. Esta vez si estamos junto al Almanzor. Se distingue claramente la cara norte que nos queda justo enfrente y la portilla de los cobardes.
Habíamos dicho que si a las tres no estábamos en la cima del Almanzor, estuviéramos donde estuviéramos, nos dábamos la vuelta y bajábamos hacía la tienda. Eran las doce y media y estábamos subiendo por la portilla de los cobardes. A mi es la segunda vez que me empieza a dar un tirón en el cuádriceps y al llegar arriba tengo que hacer una parada técnica (una pájara, vamos).
Comer algo, beber agua, vamos, intentar beber porque el agua se ha convertido en granizado, descansar un momento... Y sacarle una foto a gente que hay en la cima del Almanzor. No hubiera apostado a que íbamos a conseguir los dos picos pero por fin lo veo factible.
Desde donde estamos tenemos que seguir rodeando por el sur y después de un par de repechos nos encontramos con la canal oscura y con gente rapelando por ella. Empezamos a ascender hacia los que rapelan y un hombre nos pregunta por dónde se llega al Almanzor. Le digo que nos siga de cerca, que no hace falta cuerda. Esa subida me la sé de memoria y, con esfuerzo cero pues este tramo, después de los sitios donde hemos estado nos parece realmente sencillo, llegamos a la ante cima.
Hay mucha gente esperando para rapelar y nos dejan pasar a los tres y por fin llegamos a la cima del Almanzor. Son las dos menos cuarto más o menos. El hombre que nos ha seguido nos hace una foto y un par de minutos después ya estamos bajando. La gente que está rapelando sigue ahí. Nos vuelven a dejar paso y bajamos como Pedro por su casa. Yo me salgo del camino por donde bajan todos porque después de tantas veces conozco un sitio que me resulta bastante más fácil. Sergio tiene que recoger la mochila porque la había dejado un poco más abajo y, bueno, muy tranquilamente llegamos a la portilla del crampón.

Yo le digo a Sergio que se prepare para una carrerita muy chula y me tiro a brincar por la portilla para abajo. Las huellas de toda la gente que ha pasado por ahí hacen que la bajada sea sencilla. En bajadas no demasiado empinadas yo prefiero bajar medio corriendo. Las rodillas sufren menos aunque el corazón se pone a tope y me obliga a parar  cada cien o doscientos metros. Bajamos hasta la olla Antón en muy poco tiempo y seguimos descendiendo hasta que vimos nuestra tienda. Llegamos a la tienda antes de las tres. El descenso ha sido ultra rápido y también muy cansado.

¡Estoy reventao!

Recogemos la tienda y nos cargamos los macutos con todo. En el refugio nos encontramos con los compañeros de nuestro club de montaña  y nos tomamos una cervecita tranquilamente. En cuanto a las cervecitas Sergio y yo estamos en paz porque durante la bajada yo “he picado suelo” un par de veces.  En el club nos invitan a aguantar una noche más por allí y decidimos bajarnos con ellos al refugio de El Reguero Llano para, al día siguiente, escalar un par de cascadas que han visto durante su excursión al Morezón y que yo ya había visto en dos ocasiones, con Ricardo cuando se estaban empezando a formar a principios de diciembre y con Gema y con Sergio bajando del Morezón.

Bajamos al refugio del Reguero Llano, bebimos bien de cerveza y descansamos, si, y al día siguiente escalamos en hielo… Pero quizá eso lo cuente en otra ocasión aunque aquí  os dejo alguna foto.

Espero que hayas disfrutado de la lectura.

Un saludo

Juan